miércoles, 19 de diciembre de 2012

El cubil low-cost. Infumable historia ciclista


   La rutina diaria de Dandochepazos transcurre últimamente por extraños derroteros. Cada tarde, nada más llegar a casa, coge un bocadillo, unas cuantas latas de Mahou y se dirige al camarote. Nadie sabe a ciencia cierta a que se dedica en aquel lugar, en el que permanece recluido hasta bien entrada la noche. Se cuenta en la escalera que se oyen ruidos extraños allí arriba: chasquidos, martillazos y ocasionales blasfemias. La inquietud ha cundido entre los más piadosos moradores del inmueble, que temen que mi amigo esté empleándose en algún tipo de actividad delictiva o, peor aún, en alguna suerte de rito pagano.

La lúgubre estancia daba un poco grima.
   Ahora, tras varias jornadas de hermetismo, por fin ha accedido a recibirme en su guarida para hacerme participe de su misterioso proyecto. La puerta de contrachapado está abierta, de forma que me quedo observándolo un rato sin que se dé cuenta. Rodeado de llantas, cubiertas y componentes de bicicleta obsoletos, manipula, ajusta y desmonta piezas a diestro y siniestro, en una especie de frenesí mecánico.

   La penumbra y el olor a moho envuelven su siniestro cubil, en cuyo techo, que nadie se ha preocupado en enyesar, puede verse el tosco armazón de ladrillo y argamasa. Para completar el cuadro, una bombilla cuelga desnuda de un hilo eléctrico, mientras que las paredes y el suelo presentan grietas por doquier. Aquel trastero no puede resultar más tétrico.

   Cuando por fin se da cuenta de mi presencia y se acerca a estrecharme la mano, observo que tiene los ojos enrojecidos y el rostro demacrado. La salva de estornudos que acompaña a su saludo y su trabajosa respiración no hacen sino confirmar que aquella dañina atmósfera, cargada de polvo y humedad, está haciendo estragos en su organismo. Despreocupado, mi alérgico colega se echa al gaznate un par de golpes de Ventolín. Luego, se rasca la barba de varios días y me mira fijamente a través de los cristales de sus gafas, bastante sucios, por cierto.

   -Ya te ha costado subir -me suelta, mientras trata de limpiarse la grasa de los dedos con un trapo mugriento. “A buenas horas”, me digo para mis adentros, sintiendo aún en mi mano derecha el pringoso tacto de su zarpa.

   La verdad es que llegar hasta allí no ha sido tan sencillo como podría parecer, pues la accesibilidad de los desvanes deja mucho que desear. Visto el intrincado recorrido que hay que superar para alcanzar los inexpugnables cuartuchos, cualquiera diría que aquella azotea escondiera la guarida de un superhéroe de poca monta o el laboratorio de un científico enajenado. Primero, un ascensor con llave de seguridad; luego, dos tramos de escaleras; a continuación, una puerta con una cerradura que se atasca; y, finalmente, un pasillo tan estrecho que casi obliga a caminar de lado.

Barreras diversas protegen los
 inexpugnables trasteros.
   Parece que el arquitecto que ideó esta gincana de barreras arquitectónicas tenía cierta prevención hacia las personas con movilidad reducida. Para mí que tras ver a los lisiados terroristas de Acción Mutante, optó por curarse en salud, protegiendo la zona alta del edificio de un posible asalto de tales individuos.¿Paranóico? Así lo parece; aunque dado el cariz que están adquiriendo los recortes en las ayudas a la dependencia, tampoco sería de extrañar que a más de uno le diera por emular a los activistas de dicha película. 

   -¿Se puede saber que estás haciendo?-le pregunto­- Tienes a toda la escalera con la mosca detrás de la oreja con tus escándalos y tus correrías nocturnas por aquí arriba. Mira que como hayas montado un lupanar clandestino te puede caer la del pulpo.

   -¡Qué lupanar ni qué ocho cuartos! ¿Estás loco o qué? Además…¿No ves que ese tema ya está muy trillado. ¿O acaso no has visto en Callejeros que cada vez hay más oferta y que los precios están por los suelos? Solo hay que ver la de garitos de esos que han abierto en el Casco Viejo últimamente. 

   La desconcertante respuesta de Dandochepazos a mi broma me deja descolocado. No se si él también está de guasa o si ahora le ha dado por hacer estudios de mercado acerca del sector del lenocinio. De todas formas, en esta ocasión no estoy allí como amigo, sino como cronista oficial de sus andanzas. Así que voy directo al grano.

   -Bueno, venga; que no tengo todo el día. Ya puedes ir contándome ese proyecto tuyo tan misterioso, que necesito algo con lo que rellenar el blog.

   -Pues nada; que estoy preparándome para convertirme en mecánico de bicicletas. Voy a poner en marcha un taller low-cost, que parece que con esto de la crisis es algo que se ha puesto muy de moda.

   -Espero que estés de broma.

Con estos mimbres, malamente se va a poder reparar nada.
   -¡Qué va! Mira, me he imprimido unos manuales de Ciclismo a Fondo en PDF. Además, con los tutoriales de mecánica que hay en Youtube, esto va a ser coser y cantar. Ya solo me queda darme de alta como autónomo, hacer algún que otro trámite y pegar unos carteles por el barrio para promocionar el negocio.

   -Tú quieres hundirme, ¿no? ¿Toda la semana esperando a que me cuentes alguna de tus historias y ahora me sales con semejante simpleza? ¿No ves que estas fantasías tuyas no interesan a nadie?

   Un taller de reparaciones, dice. Es que no no tiene ni pies ni cabeza. Pero si con lo manazas que es no iba a ganar para indemnizaciones. Eso o estar recibiendo palizas un día sí y al otro también por parte de las víctimas de sus estragos. Joder, como no me busque otro tema, me va a quedar un artículo infumable de cojones. Como si lo estuviera viendo.

4 comentarios:

Ceutí dijo...

Pues no es mala idea, oye. A fin de cuentas, si no fuera por la economía sumergida estaríamos todos pegándonos por rebuscar en los contenedores del Mercadona.
En cualquier caso, dudo de la pericia manual del interfecto, únicamente testada en guisos de dudosa comestibilidad y en aporrear de forma virulenta los maltrechos teclados de ordenadores de obsolescencia largamente rebasada. Empero, si la intentona emprendedora finalmente llega a buen puerto, me ofrezco desde ya como fiel becario, presto a todo tipo de tareas subsidiarias que no requieran destreza alguna.
Eso sí, por una remuneración que cubra los mínimos gastos de subsistencia, que no todo lo compensa trabajar hombro con hombro con una leyenda como nuestro héroe.

A.M.Y.P. dijo...

Buenas, amigo Ceutí. Yo tampoco pondría la mano en el fuego por la fiabilidad de una bicicleta que haya pasado por las manos de tan chapucero individuo. Respecto a su disposición para ponerse al servicio de Dandochepazos, no se preocupe usted, que le recomendaré fervientemente. De todas formas, hace bien en cuestionar la viabilidad del descabellado plan que se dispone a emprender este chaval. Lo del salario, ya le aviso que es una cuestión que puede resultar peliaguda con un sujeto de este tipo, bastante poco dado a aflojar el escaso 'parné' que suele manejar. Con Dios.

Anónimo dijo...

Tras acabar de leer este nuevo episodio en la vida de Dandochepazos, un gran desasosiego interior me incomoda. Después de descubrir en antriores episodios varios paralelismos con él en aspectos cotidianos (nos encantan las anchoas el salmuera; ambos pasamos de gps, cadenciómetros y pulsómetros; los dos hacemos Pierding con más asiduidad de lo normal), lo que acabo de leer roza con lo sospechoso, no puede haber tantas casualidades: ¿seremos almas gemelas?. Me refiero al intento de ganarse la vida como mecánico de bicicletas con poca preparación y menos útiles. En mi caso, corría el año 2000 y casi sin querer acabé de vendedor/mecánico de bicicletas en uno de los Carrefour de Valladolid (hablando de bicis, más low-cost que eso no lo hay). Vale que a uno le había gustado siempre la bici, pero de ahí a meterse como profesional de ello..... Desde mi experiencia, puedo dar ánimos a Dandochepazos en esta empresa. Seguramente los primeros días serán difíciles, y se encontrará con marcas, componentes y averías que no sabrá ni que podían existir. Pero el low-cost tiene una ventaja: los que lleven la bici a su taller tendrán menos idea que él. Por supuesto, los amateur, los pijo-ciclistas y demás razas superiores no acudirán a su taller, sería rebajarse, por lo que no tendrá que lidiar con ellos. Se encontrará con abuelos que no saben ni para donde hay que pedalear, chavalitas que piensan que la bici hace milagros en su trajín por adelgazar, globeros que mantienen el equilibrio y gracias, adolescenten que no distinguen entre su bici y un tanque, y otra fauna similar (todo esto dicho desde el respeto y la comprensión, sin querer faltar a nadie), por lo que los conocimientos del mundo de la mecánica que tiene Dandochepazos serán suficientes, junto a su capacidad para inventar y defender excusas e ideas peregrinas, hasta el punto de creérselas el mismo.
Resumiendo, de colega a colega, nuestro amigo no tiene por qué agobiarse, saldrá de esta indemne, como tantas veces.
Un saludo.
ElYeyu Golobariano.

A.M.Y.P. dijo...

Vaya por Dios, amigo Yeyu. Pues sí que resulta un poco inquietante tanta coincidencia. Por otra parte, estoy convencido de que esa experiencia suya como vendedor/mecánico en el Carrefour le depararía otros momentos gloriosos, además de los que describe en su comentario. Su asesoramiento podría resultar vital para que el alocado propósito de Dandochepazos llegue a buen puerto. Además, seguro que mi camarada recibe con alborozo su mensaje de ánimo, puesto que por más que trate de engañarse a sí mismo, estoy seguro que en su fuero interno es perfectamente consciente de su limitada preparación técnica y de la precariedad de su equipo de herramientas, buena parte de los cuales proceden del bazar chino del barrio. Un saludo y gracias por su comentario.