miércoles, 27 de marzo de 2013

Sensiblería y altercado. Lacrimógena historia de un escalador

 (Nota del autor: corregida y mejorada, se reproduce a continuación la entrega final de la serie de colaboraciones que quien esto escribe realizó en su día para la revista Desdelacuneta. Se agradece la paciencia de los asiduos de este blog con estos insufribles artículos, que el autor se ha visto obligado a 'repescar' en momentos de apatía, falta de inspiración y saturación mental.)

   
   Dandochepazos no es muy dado a leer libros; y de comprarlos, mejor ni hablamos. Bastante tiene con los cómics, el Marca y las revistas de ciclismo, como para andar calentándose la sesera con gruesos volúmenes de mucha letra y poca foto. Además, para alguien como él, que gorronea sin medida y piratea a todo pasto, eso de pasar por caja es siempre la última de las opciones.

Increíble pero cierto; el libro no era producto del
latrocinio ni del gorroneo. (imagen:cultura-ciclista.com)
   Sin embargo, allí está él; con el libro debajo del brazo y un tique que acredita que no lo ha mangado de la librería ni sableado a algún alma cándida. “Un hombre en fuga. Gloria y tragedia de Marco Pantani”, puede leerse en la portada, sobre la calva del Pirata.

   Nunca creí que pudiera ocurrir tras sus traumáticas experiencias con Tiempo de Silencio y otras lecturas obligatorias de su época del Bachillerato, pero parece que Dandochepazos está dispuesto a dar una nueva oportunidad al mundo de las letras; y encima, rascándose el bolsillo. Todo sea por su admirado Pantani, integrante junto a Álvaro Pino y Greg LeMond, de su triunvirato de ídolos del pedal.

   ­–Aún recuerdo esos demarrajes de fuego y tormenta; esa aniquilación que desataba en cada rampa, en cada puerto  –me explica mi camarada, que de repente se ha puesto entre lírico y trascendente.

   Aunque su ramalazo seudopoético es sin duda merecedor de mofa y escarnio, consigo contenerme. Lo de Pantani es un tema sensible, un drama que nunca ha superado. Para Dandochepazos, el ciclismo profesional nunca volvió a ser lo mismo desde que el entrañable calvorota fue descubierto con la EPO fluyendo a borbotones por su esquelético organismo. Así que pocas bromas con este asunto; porque no sería la primera vez que mi pendenciero colega llega a las manos con quien osa censurar a su ídolo de juventud.

   ­–Era espectacular ver cómo el Mercatone le preparaba la aproximación y el inicio del puerto para que reventara la carrera  ­–continúa en ese tono que suele emplear cuando se dispone a dar una de sus charlas.

   Luego, como tantas otras veces cuando sale el tema, la tabarra pasa a una fase de desvarío total, en la que la figura del escalador italiano parece adquirir dimensiones de semidiós. Sus controvertidos éxitos se convierten así, en boca de mi socio, en gestas ejemplares; y su turbia relación con el dopaje se difumina en una deslavazada sucesión de excusas y justificaciones. Este chaval es de lo que no hay; cuando se trata de los cambalaches farmacológicos de Eufemiano, Belda y el Señor del Solomillo, toda sanción es poca; pero cuando la cosa va sobre los trapicheos de Pantani, la severidad se torna en indulgencia. Ya se sabe, la ley del embudo en su máxima expresión.

   Son ya muchos años escuchando la misma historia, así que sé que a continuación me espera una ración de melodrama made in Dandochepazos.

Al pobre Marco también lo pillaron con
el carrito del helado. (imagen:playmobil.es)

   ­–Volvía tan tranquilo de la Universidad; y nada más entrar por la puerta de casa, ¡el mazazo! –me explica, como si no me hubiera relatado tropecientas veces la forma en que su hermano mayor le dio la terrible noticia de la descalificación de Pantani en el Giro de 1999, cuando lideraba la carrera y ya había ganado cuatro etapas,  por superar la tasa de hematocrito permitida.

   Irremisiblemente, su monólogo sigue a continuación por derroteros ya conocidos, con un repaso de los últimos años de la carrera y la decadencia personal del bravo tirillas de pañuelo, perilla y pendiente. La matraca acaba – por fin–, con sus lamentos de rigor por la muerte prematura de Pantani, a los 34 años de edad, hundido en la droga y la soledad.

   –Es una historia triste, que aún hoy me hace sentir una especie de escalofrío, como una punzada en las entrañas –me confiesa al término de su lacrimógeno relato.

   Incapaz de aguantar por más tiempo semejante exceso de sensiblería, decido cortar por lo sano, aún a riesgo de desencadenar una trifulca.

   –Mira, no me seas moñas –le advierto–; que hartito me tienes ya con tanto Pantani y tanta monserga.

   Dolido ante lo que considera una afrenta a la memoria del gran escalador, la respuesta de Dandochepazos no se hace esperar. En cuestión de segundos, su actitud plañidera se transmuta en furia desatada, y las fatídicas palabras que salen de su boca anuncian que aquello no va a acabar nada bien.

    –¡Eso no me lo dices en la calle! –me amenaza cual macarra barriobajero. Y entonces, llega el altercado.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Bilbao-Bilbao 2013. Esperanzas, trofeos y un estercolero

   -Menuda engañifa; ¿y a esto lo llaman trofeo? ¡Hay que tener valor! ­-se lamenta Dandochepazos mientras comprueba el contenido de la cajita de cartón que le han entregado al cruzar la línea de meta. El objeto es una especie de pedrusco artificial de material compactado, con un tosco diseño en forma de 'B' y un insulso acabado en gris. “Todos los participantes recibirán un bonito premio expresamente realizado para este acontecimiento.”  Al final, la sugerente promesa de la web de aquella marcha se ha quedado en una birria de escultura, que para colmo está llena de publicidad de los patrocinadores.
El espantoso piedrolo no cumple los estándares de calidad
requeridos para lucir en una estantería. (foto:Bilbao-Bilbao.com)

   ­-¡Hala, a la basura que va! ­-Dandochepazos levanta la tapa de un contenedor y arroja aquella cosa en su interior. El trofeo de la Bilbao-Bilbao 2013 cae a plomo y golpea con estrépito el fondo del depósito de residuos. El becario, su compañero de ruta y de penurias laborales, se lo piensa un poco más; aunque finalmente decide hacer lo mismo que su antiguo mentor y se desprende también de aquel cachivache. La verdad es que el piedrolo, con sus formas anodinas y su propaganda institucional, no puede resultar más horrible.

   Unas horas antes, los dos reporterillos habían iniciado la prueba con la vista puesta en los nubarrones que se cernían sobre la capital vizcaína. Sin embargo, en los primeros kilómetros del recorrido, la lluvia y el frío no es el único motivo de preocupación para El Becario. Después de muchos meses de remoloneo y con pocos kilómetros en las piernas, el miedo a no dar la talla en las rampas de Morga ­-el único punto del recorrido con una cierta dificultad­- llena de inquietud al joven globero.

   Esta falta de confianza contrasta con la arrogancia de un Dandochepazos que, tras sus melindres del año anterior, ahora se cree el amo de la carretera y quiere imponer su ley en el pelotón cicloturista. No en vano, lleva varios meses machacándose como una fiera en el rodillo. Además, esa misma mañana, con la excusa de su alergia crónica y de unos supuestos síntomas de asma, se ha metido diez miligramos de Dacortin con el desayuno, por si acaso.

   ­-Es que tenía los bronquios un poco cerrados, y una pequeña dosis de corticoides nunca viene mal ­-se excusa el muy hipócrita, que luego es el primero en rajar contra Eufemiano y compañía por sus  triquiñuelas farmacológicas.

El itinerario no tiene secretos para quien, litrona en mano, se ha recorrido
las fiestas patronales de toda Bizkaia, (Imagen:Bilbao-Bilbao.com)
   Los kilómetros pasan despacio entre playas y montes, tractores y vacas. Getxo, Sopelana, Urduliz... Pueblos que mi camarada conoce bien de sus correrías juveniles; lugares que evocan noches de verbenas y calimocho al por mayor.

   Sobre sus monturas, los componentes de aquel dúo de juntaletras avanzan tranquilos, tratando de sobrellevar de la mejor manera posible los esporádicos chaparrones con los que la meteorología vizcaína saluda a los partipantes del evento. Como es habitual en él, Dandochepazos no pierde la oportunidad de criticar a todo aquel que se pone a tiro. Que si menudo pringado ése de la Cannondale; que si el del maillot Castelli no anda ni pa´ tras; que a ver qué se han creído los del club ése, y que si mira que hay que ser imbécil para llevar ruedas de perfil alto a una prueba como aquella. Vamos, haciendo amigos, como siempre.

   ­-¡Pero baja la voz, hombre de Dios ­-le advierte su exdiscípulo en un momento dado, temeroso de que el grupo de triatletas contra el que su coéquipier despotrica en ese mismo instante oiga sus improperios y acabe propinándoles una paliza. 

   Pese al bocazas de mi socio de blog, ambos logran llegar con bien al avituallamiento de mitad de recorrido. El Becario, no obstante,  decide entonces emular a su cafre compinche, y ejecuta una peligrosa maniobra sin motivo aparente. Su brusco cambio de trayectoria, que a punto está de costarles un disgusto a varios cicloturistas que circulan por detrás, lo lleva de un lado a otro de la calzada, de forma que acaba accediendo a la zona de aprovisionamiento por el extremo opuesto al de mi amigo. Las razones de su imprudente conducta quedan pronto al descubierto, pues en esa parte de la explanada, la entrega de bolsas de comida corre a cargo de una sonriente muchacha. Mientras, al otro lado del área de abastecimiento, su colega se ha de conformar con la displicente actitud de un voluntario mal afeitado, que molesto por la lluvia, despacha chocolatinas y agua como quien pone multas de tráfico.

   El refrigerio no es gran cosa; apenas un par de barritas de cereales, una especie de galleta con chocolate y un diminuto botellín de agua mineral. Así que ambos infelices acaban pronto con las viandas y aprovechan el descanso para ojear las imponentes máquinas de los más opulentos integrantes de la comitiva ciclista.  
La BH de aluminio descansa en la zona de avituallamiento, mientras su
propietario echa el ojo a las bicis de los participantes más pudientes.

   Entre fantasías cicloturistas, chascarrillos varios y lamentaciones de mileurista hipotecado, llegan como quien no quiere la cosa al pie del puerto de Morga, una subidilla de tercera categoría sin demasiado misterio. Sin embargo, sus escasos tramos duros, con desniveles de hasta el nueve por ciento, no tardan en poner a prueba la capacidad de sufrimiento de El Becario, que se retuerce sobre su bicicleta de carbono chino de estraperlo. Víctima de sus sedentarios hábitos de vida y de los exagerados desarrollos que lleva montados en su ilícita montura, acaba resignándose a dar vía libre a su acompañante para que suba a su ritmo.

   -Anda, tira pa´lante; que yo voy clavado.

   Dandochepazos, que ya lleva varios kilómetros con ganas de probarse, no se lo piensa dos veces. “Esta es la mía”, se dice, al tiempo que en un alarde de suficiencia, baja un piñón y hace un fuerte cambio de ritmo. Pronto empieza a superar a un buen número de cicloturistas, si bien es cierto que la mayor parte de ellos no pertenecen precisamente a la élite de este mundillo. Personas de edad avanzada, chavales con sobrepeso, bikers con mastodónticas máquinas de doble suspensión… Todos ellos sucumben ante la frenética marcha del escalador de chaleco reflectante y escarpines de neopreno, que apura los últimos metros de la tachuela a más de 180 pulsaciones por minuto.

SE VA POR EL BARRANQUILLO

   Pero su soltura en el ascenso se torna en incompetencia a la hora de enfrentarse a una bajada revirada y con el firme mojado. Además, a su habitual torpeza en lo que a trazar curvas se refiere, se le añaden los problemas de visibilidad causados por los goterones de lluvia que se acumulan en sus gafas de miope. Por si fuera poco, al muy necio no se le había ocurrido otra cosa mejor que dedicar la víspera de aquella marcha a hacer el cabra por las pistas del Ventoso, en las que había sometido a su bicicleta de carretera a una sesión de ciclocross a base de barro y nieve. Como no podía ser de otra forma, las zapatas de los frenos se habían resentido de semejante maltrato, y en el descenso de Morga, tiene que emplearse a fondo con sus manetas Tiagra para no irse por el barranquillo.

Las esperanzas infundadas y los obsequios de baja calidad
suelen acabar en el vertedero. (foto: wikipedia.org)
   No pasa demasiado tiempo hasta que El Becario, con su negra flaca cortando el aire como una flecha, le sobrepasa a toda velocidad. Sabedor de sus limitaciones, Dandochepazos ni siquiera intenta seguir su rueda.

   Reagrupados ya en las inmediaciones de Larrabetzu, los dos globeros se disponen a cubrir la última parte del itinerario, que discurre por peligrosas carreteras, polígonos industriales y núcleos urbanos en decadencia.

   Empapados y en el furgón de cola de la marcha, desembocan por fin en la Gran Vía, donde cruzan la línea de meta al borde del horario límite fijado por la organización. La cajita de cartón que reciben en reconocimiento al esfuerzo realizado es todo un detalle. Lamentablemente, el paquete y su contenido están destinados a acabar en el estercolero; como las esperanzas de Dandochepazos de terminar la prueba en los puestos de cabeza.

miércoles, 13 de marzo de 2013

La patraña del maillot arcoiris invertido

   (*Nota del autor: ¡Ojo al parche!, amigo lector. El texto que sigue a continuación es una colaboración del que esto escribe publicada en la revista Desdelacuneta.Si ya lo ha leído allí, se siente; pero ante el exceso de trabajo y la falta de lucidez mental, uno ha optado por 'repescar' aquel artículo. Si lo desea, pase sin demora a la siguiente entrada de este blog, en la que podrá encontrar material exclusivo sobre el inefable Dandochepazos)


   “¡Pues sí que la he hecho buena; mira que no doy una a derechas”, se lamenta un imberbe Dandochepazos mientras observa su nuevo maillot. Es el verano de 1990, y tras su victoria en el Mundial del año anterior, Greg LeMond ha lucido una prenda similar durante toda la temporada. Similar, pero no igual. "¡Si las rayas están al revés! Menuda mierda de maillot", le había dicho el imbécil de su vecino al verlo aparecer sonriente con su flamante Etxeondo; y, al parecer, tenía razón.

Algo no acababa de cuadrar en aquel dichoso maillot.
   Aquel no era el maillot de campeón del mundo, ahora lo sabía, sino una burda imitación con las franjas de colores en orden inverso a las del original. Las fotografías de la Ciclismo a Fondo, que Dandochepazos ha consultado con la esperanza de refutar las insidias de su estúpido compañero de escalera, no dejan lugar a la duda. Azul, rojo, negro amarillo y verde; y no verde, amarillo, negro, rojo y azul. ¿Pero qué chapuza era aquella? ¿Cómo había podido una marca de prestigio, como la que comercializaba esa prenda, recurrir a tamaña triquiñuela?   

   El caso es que a mi incauto camarada se la habían colado. Ofuscado por su admiración hacia el corredor norteamericano, había comprado aquella prenda sin reparar en la argucia del fabricante. A sus doce años de edad, el entusiasmo inicial con el se había enfundado la elástica arcoiris en la tienda se ha convertido, apenas unos días después, en amarga decepción.

   ¡Menudo Greg LeMond de pacotilla iba a ser ahora! Dandochepazos, que se había subido al carro del ciclista del 'Z' tras su victoria en el Tour de 1989, llevaba varias semanas entusiasmado con el nuevo éxito de su ídolo en la prueba francesa. Se había admirado con la historia de superación del rubio corredor, que apenas tres años antes casi palma por obra y gracia de un disparo de su cuñado durante una cacería. También le parecía impresionante que hubiese sido el primer ciclista de ruta que utilizó un manillar de triatleta en una contrarreloj. ¡Qué tenaz! Qué visionario! Al muy inocente, todo en Greg LeMond le parecía prodigioso y sin parangón.

   El disgusto por el maillot de campeón del mundo que no era tal fue desapareciendo poco a poco, aunque mi amigo nunca volvió a llevarlo con la misma alegría y orgullo. Además, pocas tardes de gloria quedaban ya al corredor de Estados Unidos, que ya no volvió a lucir las franjas multicolores en su pecho ni a ganar ninguna carrera importante.

   Llegaba la 'Era Indurain', y el rencoroso Dandochepazos, que atribuía el declive de su ídolo a la explosión del navarro, pasaría muchos años remando a contracorriente de la ola de fervor popular que despertaba la figura del Banesto, aguardando a que llegara su hora y a que alguien acabara con aquella tiranía.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Cicloturismo precario. La decadencia de una estirpe


   Lastrado por las miserias del mileurismo, Dandochepazos hace ya años que lleva apretándose el cinturón y apurando los escasos dineros que le reporta su trabajo como periodista. De natural mezquino, su precario empleo no ha venido sino a acentuar su innata propensión a la cutrez, de tal forma que él no ha tenido que esperar a las advertencias de Montoro ni a las reprimendas de Merkel para entregarse con ahínco a la austeridad y la contención en el gasto.

El amigo Cristóbal apunta, ajusta y recorta, pues al parecer hemos
vivido por encima de nuestras posibilidades. (foto:pp.es)
   Nunca ha vivido por encima de sus posibilidades, pues sus posibilidades son tan exiguas y su dejadez, tan grande, que ha acabado resignándose a vivir instalado en la mediocridad. Además, en su fuero interno disfruta caminando por el lado cutre de la vida, rebuscando entre las ofertas y los productos de pronta caducidad, husmeando en las estanterías del Cash-Converters. Siempre agazapado, siempre al acecho, dispuesto a coger al vuelo cualquier oportunidad de ahorrarse unos centimillos.

   A él, esto de la crisis, este desguace generalizado de salarios y empleos, no le ha pillado de nuevas. Deambulando siempre por periodicuchos y empresas de mala muerte, nunca ha tenido la oportunidad de darse demasiadas alegrías. ¿Que unos iban de vacaciones a un resort en el Caribe? Pues él se plantaba con su tienda de campaña en el camping de Laredo (Cantabria). ¿Qué todo hijo de vecino pedía un crédito para un monovolumen? Pues nada; él, a tirar con el desvencijado Megane del 97 hasta que reviente. Ni restaurantes de moda, ni ropa de marca, ni invitaciones a cañas; solo prudencia, tacañería y gorroneo. Muy triste, sí; pero real como la vida misma.

   Todo esto, como bien sabrán aquellos que lo conocen, se refleja en toda su crudeza en la faceta cicloturista de Dandochepazos. Abonado a las gamas bajas, los materiales desfasados y los stocks de fin de temporada, siempre ha mirado con una mezcla de envidia y desdén a esos elegantes individuos que, con sus equipaciones impolutas y sus cuadros de carbono de alto módulo, surcan las carreteras con porte distinguido. Lo suyo es un querer y no poder; pues ni su sueldo ni su aversión a echar mano del monedero le permiten acceder a tales niveles de refinamiento.

A los figurines del ciclismo, con sus elegantes equipaciones,
se les va a acabar la tontería. (foto:ebay.es)
   S-Works, Sram-Red, Campagnolo Super Record, Santini… Marcas y componentes propios de una casta superior, de una élite ciclista a la que el muy resentido odia a rabiar. Pero esos lujos tienen los días contados, pues el mundillo éste del pedal no es ajeno a la debacle económica que todo lo invade. Al igual que ocurre con en el resto de actividades y sectores, un manto de precariedad va extendiéndose poco a poco por el pelotón cicloturista. Las gamas medias y bajas, otrora patrimonio exclusivo de los parías como Dandochepazos, van extendiéndose poco a poco; y el parque de bicicletas envejece a pasos agigantados. El miedo y las estrecheces atenazan a los integrantes de la comunidad bicicletera, que empiezan a escatimar los euros hasta límites insospechados.

   En este ambiente de penuria generalizada, mi camarada se siente como pez en el agua. Llevado por sus complejos y por su tendencia a la paranoia, siempre ha sospechado que los integrantes de la jet set cicloturista lo miraban por encima del hombro, como mofándose de su BH de aluminio y de sus ropajes de globero. Así que ahora, cuando estos figurines sucumben también a los embates de la recesión, el muy ruin se regodea en su desgracia. Sus bicicletas ya no son tan brillantes, y sus maillots empiezan a perder el lustre de antaño. Lo que antes era Dura Ace hoy es Tiagra; y donde había carbono, hoy vuelve a haber aluminio. Los antiguos dandis de la carretera ya no son lo que eran, y Dandochepazos, en su inmensa vileza, asiste satisfecho a la decadencia de esta selecta estirpe.