miércoles, 7 de noviembre de 2012

Negligencia y descontrol. Un ciclista al borde del jamacuco


   A éste cualquier día le va a dar un mal. Se va a quedar tieso sobre el rodillo o en alguna carretera perdida, fulminado por un jamacuco. Mira que le habré dicho veces que eso de entrenarse sin más método que machacarse hasta echar los higadillos no puede ser bueno. Mira que le habré repetido que se haga una prueba de esfuerzo para saber si está exigiendo demasiado a su endeble organismo.

   Pues nada, imposible. El testarudo Dandochepazos se muestra refractario a todo argumento; el sentido común no consigue penetrar en su cerebro ni calar en su tosco temperamento. Ni supervisión médica ni entrenamiento programado. Lo suyo es montar en la BH, apretar a lo bestia y, ¡hala!, hasta que el cuerpo aguante. ¿Que se disparan las pulsaciones? Pues que se le va a hacer. ¿Que le sobreviene un ataque de asma? Pues andanada de broncodilatador.

Hinchado y amarillento por una afección renal, Dandochepazos
no tenía un aspecto muy saludable.
   Cadencia, umbrales, intensidad, volumen... Mi camarada no es amigo de sofisticaciones. ­-Todo eso no son más que camelos ­- proclama cuando le sacan el tema, sin permitir que sus nulos conocimientos sobre la materia le impidan dictar sentencia y denostar los avances aportados por expertos en medicina deportiva tras años de estudio e investigación.

   Su negligente actitud resulta especialmente preocupante si se tiene en cuenta que Dandochepazos -a la vista está- no es precisamente un portento físico. Además, tampoco es que genéticamente esté muy bien servido.

   De hecho, a su asma crónica se le une el pampurrio que le dio a los 14 años de edad, cuando un problema renal lo mantuvo durante varios meses en la cama, con el Mario Bros y el Zelda de la Super Nintendo como fieles compañeros de convalecencia.

   Presentaba por aquel entonces mi amigo un nada saludable aspecto. Hinchado y amarillento, tenía un cierto aire de Bob Esponja en versión humana. Menos mal que en aquella época ­-principios de la década de 1990­- aún no existía tal personaje, pues de lo contrario, Dandochepazos podría haber sido víctima de dolorosas comparaciones con el peculiar dibujo animado.

Para llegar hasta aquí (Arimegorta) no hay más que desriñonarse
y encomendarse a quien sea menester.
   Esta semana, sin embargo, mi camarada ha decidido hacer una concesión al buen sentido y ha ido al hospital a hacerse un ecocardiograma. Sabe Dios el motivo que le habrá llevado a entrar en razón y aceptar el consejo del médico. No sé, quizá haya sido solo por el temor a que, tal y como está el tema, la sanidad pública se vaya definitivamente a pique y luego tenga que apoquinar para que le hagan una revisión de este tipo. Todo es posible; en la mente de este cicatero elemento, el ansia por no renunciar al gratis total puede haber pesado más que cualquier motivación de índole científica.

   Sea por el motivo que sea, el caso es que Dandochepazos se ha hecho la prueba y, para tranquilidad de sus legiones de seguidores, los resultados han sido normales. Feliz por la buena nueva, me promete que éste será un punto de inflexión en su trayectoria ciclista; que sus peligrosos hábitos son ya cosa del pasado; que va a someterse a controles periódicos y a entrenarse con cuidado y de forma progresiva.

   ¡Y una mierda! No me creo nada. Estoy seguro de que a las primeras de cambio se va a olvidar de sus buenos propósitos. Fijo que en un par de días ya está haciendo otra vez el garrulo, reventándose en el rodillo o desriñonándose y a tropecientas pulsaciones sobre rampas que no llevan a ninguna parte. Éste nos va a dar un disgusto, os lo digo yo.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tras leer este nuevo comentario apocalíptico y catastofrista a cerca de Dancochepazos y su manera de practicar el ciclismo, no puedo menos que proclamar que estoy con él (con Dandochepazos, obviamente, no con el cronista agorero).

Es evidente, aunque lo remarcaré en estas líneas, que Dandochepazos es un deportista que funciona por sensaciones, dado que conoce y controla perfectamente su propio cuerpo. No necesita artilugios mecánicos (a saber: pulsómetro, cadenciómetro, etc.) para saber cuando puede bajar un piñón, cuando es la hora de lanzar el hachazo o cuando se ha tropezado irremediablemente con "el hombre del mazo".

Las sensaciones (que decíamos antes) que recibe de su físico son claras en este aspecto: la vista se vuelve nublada, la vena de la sien palpita ostensiblemente, la parte frontal de los músculos arde, la garganta se reseca (a pesar del Gatorade), los pulmones escuecen, los gemelos amagan con subirse más arriba de las rodillas, llegan las arcadas...... Es el momento de bajar la cadencia, poner el plato pequeño o, en los casos más extremos, incluso de parar un rato. Si no sucede nada de esto, se puede seguir sin temor. ¿Hace falta un pulsómetro para saber esto? Sinceramente, no lo creo.

Para terminar, una reflexión que dejo en el aire: si no fuera por el asma y el pampurrio adolescente ¿a dónde podría haber llegado Dandochepazos en el mundo del ciclismo?......

El Yeyu Golobariano.

A.M.Y.P. dijo...

Efectivamente, amigo Yeyu, mi colega se vanagloria a menudo de tener un perfecto dominio de su cuerpo y mente, cual Jedi de la Guerra de las Galaxias, de forma que sus sensaciones --eso dice él-- son un indicador infalible a la hora de entrenarse o de enfrentarse a todo tipo de desafíos. Veo que usted coincide con Dandochepazos en esta cuestión. Espero que ni el Yeyu Golobariano ni mi colega tengan que lamentarse nunca de su imprudente proceder. Un saludo y gracias por el comentario.